Aunque en el último año la brecha del costo por tener acceso a banda ancha entre países europeos y latinoamericanos se ha cerrado, la diferencia sigue siendo abismal.
Para poder hacer una comparación entre diferentes países, la Unidad de Innovación y Tecnología (TIC) de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) realiza un estimando anual de las tarifas promedio para una conexión de 1 Mbps (megabit por segundo) de banda ancha fija y su costo en relación al Producto Bruto Interno (PBI) per cápita promedio mensual.
En otras palabras, para comparar países disímiles se hace un promedio del costo de una conexión a Internet básica y se compara con el sueldo promedio de una persona al mes.
El caso más extremo es el de Bolivia: allí acceder a una conexión de 1 Mbps cuesta casi US$ 90, lo que es el más del 50% del PBI mensual per cápita. Aunque los países que le siguen están lejos (en Paraguay es el 8,55% del PBI y en Perú, el 5,19%), la diferencia con países europeos es importante: en España cuesta el 0,18% y en Italia, el 0,16% del PIB.
Para Fernando Rojas, director de la TIC, con sede en Santiago de Chile, tal vez la causa más importante del alto costo de la banda ancha en la región tenga que ver con la tecnología que se usa en los diferentes países para conectar las redes que los conectan con la Internet que viene del exterior.
Pablo Mancini, director de estrategias digitales del portal argentino de noticias Infobae, resalta que internet se inventó en países desarrollados y que países como los latinoamericanos no han desarrollado la infraestructura tecnológica necesaria para que tenga más alcance y por consiguiente sea menos caro.
Rojas coincide en que el problema del costo tiene su causa en la ineficiente conectividad que hay en la región. “Para conectar un usuario de Argentina con Chile toca ir a Miami”, dice. “Y en el caso de Bolivia hay un problema más. Todos los países tienen cables submarinos, pero Bolivia -que no tiene acceso marítimo- tiene que pagar por el transporte de la conexión, el cual es un transporte único que hace parte de un mercado sin competencia. Y eso lo hace más caro”.
En efecto, y más allá de las opciones satelitales (que tienen menos capacidad de transporte de datos) las conexiones a Internet llegan a Latinoamérica por medio de unos gruesos cables marítimos que vienen del exterior. El continente sudamericano, además, está pobremente interconectado. En la mayoría de países, salvo tal vez en sus capitales, las conexiones siguen viniendo a través de cables telefónicos de cobre.
“Se siguen utilizando las redes de cobre porque no hay escala de mercado para hacer la inversión, aunque eso depende de cada país”, dice Rojas.
“Es como cambiar una tubería”, dice Carlos Cortés, investigador del Centro de Estudios en Libertad de Expresión de la Universidad de Palermo, en Buenos Aires. “Hacer el cambio es caro y lento, y es difícil conseguir clientes que lo paguen. Se trata de una tecnología que no necesariamente implica un retorno monetario a su dueño. Cuando hay pocos usuarios, la inversión de poner banda ancha en un pueblo remoto es difícil de pagar o no justifica la inversión”.